Desde la década de los años 50 del siglo pasado, los países hegemónicos comenzaron a hablar del “enemigo interno” y a plantear que, en la lucha contra el comunismo, las verdaderas fronteras no eran físicas sino ideológicas. La inteligencia, la tortura y la desaparición de personas conformaron prácticas indispensables en la llamada lucha contrainsurgente. Este método llegó a la Argentina a partir de la década de los 60, de la mano de capacitaciones y cursos específicos. La ESMA se convritió en uno de los lugares de formación en contrainsurgencia por excelencia.