Desde que apareció Internet, el borde entre lo público y lo privado empezó a desdibujarse. Para expresarse libremente, las redes son una herramienta ideal que nos permiten mostrarle al mundo nuestras preferencias. Pero lo privado no necesariamente tiene que ser público siempre: a veces, no queremos compartir algo con todo el mundo y no tenemos control sobre lo que hacen los demás. ¿Dónde está el límite de lo que exponemos?