Los Corsarios tratan de llegar hasta el puerto de Maracaibo para “tomar prestado” un bote con el que acercarse a su barco. De camino, descubren al Capitán Valera y a Albert recaudando impuestos para el Gobernador. Los Corsarios luchan con los soldados y escapan con los impuestos. Cuando los Corsarios entregan el dinero de la recaudación a un monje para que lo reparta entre los pobres, los soldados les dan alcance y comienzan a perseguirles por un callejón sin salida. Nuestros héroes escapan por una puerta abierta y llegan a la casa de un juez de paz donde, en unas horas, va a celebrarse una boda. A Yolanda se le ocurre que Carmaux se vista con las ropas del juez y celebre la ceremonia. Pero durante la improvisada boda, el verdadero juez de paz consigue escapar y da la voz de alarma. Nuestros héroes se ven obligados a huir una vez más. Los Corsarios inventan un pasatiempo explosivo y terminan atrapados en el tejado de un edificio en llamas.