A veces basta una mirada, una expresión para saber que se acercan los problemas. La mirada de un asesino es terrible y bella al mismo tiempo. Pero también pueden resultar increíblemente bellos sus cuerpos, sus andares o su expresión. Los cuerpos de los más afamados criminales salvajes poseen el atractivo de los sables pulidos y brillantes, de los puñales esmerilados, o la sensualidad anatómica de las armas de fuego. Aunque siembren el pánico con su sola aparición, los asesinos profesionales de la naturaleza gozan de cuerpos y sentidos muy potentes, refinados y hermosos.