No son locales de moda, no tienen aparcacoches ni entran futbolistas millonarios para dejarse ver, pero todo el mundo sabe que no hay bocadillos de calamares como los suyos, ni tapas más abundantes y además gratis, ni un trato más cercano. En algunos casos ni sus propios dueños saben por qué acude la gente en masa a sus negocios. Lo que sí saben es que por alguna extraña razón, sus bares son míticos.