El ciclo olímpico que unía los Juegos de Sídney con los de Atenas fueron para Hermida la confirmación de que sus opciones eran muy reales, no por nada se plantaba en la capital helena con dos oro y un bronce europeo, además de un bronce en el campeonato del mundo. En vísperas de la carrera, Hermida solo tenía un deseo: no terminar en el suelo en esta final, como le había sucedido en Sídney. Sin embargo Hermida arrancó la prueba con una caída que supo remontar para volver a situarse en el grupo de favoritos en las primeras tres vueltas de seis kilómetros. Una vuelta más tarde se hizo la selección final de quienes disputarían las medallas y Hermida estaba ahí, junto a Brentjens, campeón olímpico en Atlanta 1996, y el frances Absalon. Cuando el podio se daba por hecho, Hermida acabó de nuevo en el suelo en una aparatosa caída en un terreno en zig-zag, que le dejó la rodilla sangrando. Brentjens le adelantó estando en el suelo y cuando quiso volver a estar sobre la bicicleta ya le sacaba m