¿Y si fuéramos una pieza en un engranaje universal que funciona mecánicamente como funciona la naturaleza misma o Dios? Afirmar esto, hoy en día, no parece muy escandaloso, pero sí lo era a mediados del S. XVII. Nos sumergimos en el legado de Spinoza, quien desempeñó un papel clave en el desarrollo del ateísmo y el librepensamiento.