En Pontós conocemos a Ernesto, un actor reinventado en perfumista. Hace años, un trastorno olfativo le hizo perder parte de su capacidad olfativa. Para recuperarse debía practicar con olores básicos y de su entorno. Planta a planta, Ernesto recuperó el olfato, y así, nació en él la necesidad imperiosa de capturar la esencia de todos esos aromas que le habían ayudado en este proceso. Se formó y montó un laboratorio en su casa de Pontós, hoy exporta sus perfumes a varios países del mundo. Con Ernesto descubrimos la infinidad de matices que tiene la naturaleza y la importancia de valorar la belleza que nos rodea, y que a veces, olvidamos. Y de Cataluña a Ciudad Real. Allí Bernardo es el carpintero del pueblo, como lo fue su padre, su abuelo y su bisabuelo. Fontanarejo está prácticamente construido por esta saga de carpinteros. Aunque mantiene la tradición familiar, no desprecia la tecnología y conjuga en el pequeño pueblo de Fontanarejo lo mejor del trabajo manual con la maquinaria modern