Volvemos a Mallacoota, al extremo oeste de Victoria, para visitar a unos viejos amigos. Cuando vinimos en 1026, descubrimos una joya costera, lagos resplandecientes y largas playas de arena, todo rodeado de naturaleza virgen. Pero en 2019, en víspera de año nuevo, el cielo se volvió de un espeluznante color rojo y luego todo se tornó negro cuando una tormenta de fuego llegó a la ciudad. Más de 120 edificios y casas fueron destruidos y la única carretera de entrada y salida, estuvo semanas cortada. Pero este pueblo remoto está acostumbrado a hacerlo todo sin ayuda, la resiliencia de Mallacoota ha pasado pruebas traumáticas, como los incendios forestales o la pandemia mundial. Los brotes verdes que se ven a través de los troncos carbonizados de los árboles, dan motivos para el optimismo. Quiero ver cómo les ha ido a las personas que conocimos, tras estos años tan complicados.