Tan sólo ochenta kilómetros al sur de Londres, Brighton era una humilde ciudad de sólo dos mil habitantes en la década de 1700. Pero su popularidad creció en el siglo diecinueve al convertirse en un atractivo destino vacacional. Por toda la ciudad se construyeron grandes casas adosadas y hoteles para hacer frente a la afluencia de turistas. Justo detrás del Regency Square se encuentra Regency Mews, un conjunto de pequeños negocios que daban servicio a los adinerados residentes. Décadas de clima costero británico han hecho estragos en el exterior de esta antigua y desvencijada fábrica de vidrio. Pero el interior revela todo el potencial del edificio.