En el verano de 1661, Nicolas Fouquet, Superintendente de Finanzas, presenta a Luis XIV su espectacular castillo de Vaux-le-Vicomte. El lugar causa una impresión duradera en el monarca y refuerza su loca idea: construir un palacio aún más excepcional: Versalles.Nadie apuesta por este minúsculo pabellón de caza rodeado de pantanos. Al principio, Luis XIV sólo realiza allí pequeños trazados para organizar fiestas.Pero, alimentada por las ambiciones de su señor, Versalles se amplía y se transforma poco a poco, gracias a los artistas más dotados de su época. A medida que se suceden las aventuras amorosas y las victorias militares de Luis XIV, el Trianón de Porcelana, l'Enveloppe, el Salón de los Espejos, la Escalera de los Embajadores y la Capilla Real se levantan del suelo. En 50 años, Luis XIV consigue hacer de Versalles la sede de la monarquía, el centro de Europa y una obra maestra arquitectónica admirada aún hoy.