En los albores del siglo XIII, Felipe Augusto, rey de Francia, temía una incursión inglesa en su capital. Así que decidió construir la fortaleza del Louvre, una joya de la arquitectura militar. Hoy, el Louvre es un museo que alberga las mayores obras maestras, pero también es un palacio que ha estado en el corazón del poder desde su construcción. Tuvieron que pasar ocho siglos para que adquiriera la forma que hoy conocemos. Obsesionados por el deseo de convertirlo en el escaparate de su poder, los más grandes soberanos de Francia no dejaron de ampliarlo y embellecerlo. Francisco I transformó la fortaleza en un palacio renacentista. Luis XIV lanzó un proyecto monumental, antes de abandonarlo por Versalles. Napoleón ambicionaba completar el palacio de sus predecesores. Pero fue su sobrino, Napoleón III, quien finalmente logró completar el gran proyecto de los reyes de Francia en el siglo XIX.