Todos los días surcan Escocia dos mil trescientos trenes, recorriendo unos dos mil ochocientos kilómetros de vías. Y desde las costas azotadas por el viento hasta las salvajes Tierras Altas, cada centímetro de la línea es objeto de supervisión y de mantenimiento por parte de un ejército de ingenieros especializados. Hoy le están siguiendo la pista a la línea de West Highland. Construida en un período de tan solo cuatro años, a finales de la década de los 1800, con un coste de poco más de medio millón de libras, es una ruta conocida en todo el mundo, que atraviesa un paisaje de una belleza sobrecogedora.