En la inmensidad del océano Pacífico surgió el mundo insular de Oceanía: hogar de valientes marinos. Los polinesios recorrían miles de kilómetros por el Pacífico en una época en la que los europeos apenas se aventuraban tímidamente por el Mediterráneo. Surcaron con sus barcos distancias casi inimaginables y llevaron su cultura hasta Nueva Zelanda. Durante mucho tiempo, los feroces vientos impidieron que los humanos se establecieran en este rincón aislado del mundo. Más al norte: Australia, el más seco de todos los continentes habitados. Australia es un gran ejemplo de lo adaptables y versátiles que somos como especie.