Martirio reivindica a la añorada Chavela Vargas arropada sólo por su hijo y que apadrinan a Maui y Los Sirénidos un grupo lleno de frescura y teatralidad y en el que desde su particular compás flamenco tienden la mano a otros palos, como el bolero, el jazz, el guaguancó, el blues e incluso el ska.