Tras saber que Ángel se ha convertido en el nuevo legado papal, Gonzalo regresa a la casa y oculta a Victoria la vuelta del sacerdote. Pero el reencuentro no tarda en llegar. Victoria y Ángel, tras cinco años, vuelven a enfrentarse cara a cara y descubren que para ninguno de los dos el tiempo ha pasado en vano. Ángel sorprende a todos por su actitud y por su acusada ambición, proponiendo al marqués ser socios en el negocio de la explotación de las minas de Wolframio. Victoria toma esto como una agresión hacia su familia, lo que le hace ponerse en pie de guerra contra el que fue su gran amor. A su vez, tras la muerte de Alejandro, Encarna comienza a tener una actitud mucho más comprometida y activa en la lucha a favor de la República, donde siempre encuentra como aliados a Salvador y a Antón, un pescador huérfano que mantiene un fortuito y revelador encuentro con la recién llegada hija del Marqués de Castro.