A finales del siglo XIX, el matrimonio formado por Dorotea Fernández y Pedro Ciga, grandes amantes de la naturaleza, eligió como lugar de descanso el Señorío de Bertiz, una finca de más de 2000 hectáreas en pleno Pirineo Navarro, que alberga un jardín paisajista y un impresionante bosque atlántico.