Ya en el siglo XVI, muchas de las casas nobles, palacios y conventos de Ávila contaban con huertas y jardines cerrados, como el Jardín de San Segundo, situado en el extremo noroeste del recinto amurallado. El jardín, diseñado por Javier de Winthuysen, está ordenado en tres niveles y dividido en pequeños espacios. En él se puede apreciar el gusto por lo clásico de su creador y también una clara influencia hispanomusulmana, fácilmente reconocible en el uso de los elementos de agua, que fueron y siguen siendo, la esencia del jardín. Un jardín silencioso y apacible, pensado para pasear y recrearse, un jardín inesperado, que sorprende al visitante con los distintos ambientes que descubre a cada paso. Además de este y otros pequeños vergeles intramuros, a las afueras de la ciudad, había extensas arboledas con paseos y fuentes. Una de ellas es la alameda de San Antonio, ubicada junto al convento y construida para el disfrute, no solo de los frailes, sino de todos los vecinos de la ciudad.