La conspiración dirigida por Pacheco y Carrillo alcanza su plenitud con la Rebelión de los Nobles, donde se acusa al rey Enrique de secuestrar a Isabel y Alfonso, de dejar el poder en manos de Beltrán de la Cueva y de no poner coto a moros y judíos. Aún más, acusan formalmente al rey de no ser el padre de su hija Juana. Pese a los consejos de sus fieles (Diego Mendoza, Beltrán de la Cueva, el arzobispo Fonseca), el rey Enrique decide negociar en vez de emplear la fuerza. Sin embargo, pronto verá que aceptar negociar le llevaría a ser un rey sin mando, en manos de las ambiciones de los nobles. Y, sobre todo de Pacheco, que pide la expulsión de Beltrán de la Cueva de la Corte y que Alfonso deje Segovia y pase a su custodia, lejos del rey Enrique.