La primogénita de Isabel y Fernando es la elegida por Manuel de Portugal para convertirse en reina del país vecino, destino que se vio truncado años atrás por la temprana viudedad de la princesa Isabel. No obstante, ella recalca su deseo de tomar los hábitos, poniendo en riesgo la necesaria alianza con Portugal. Muy diferente es el talante de Juana quien, a pesar de un frío recibimiento en Flandes, queda prendada de su esposo Felipe nada más conocerlo. Las continuas disputas por el trono de Nápoles se recrudecen al morir su soberano sin herederos. El Papa intervienen en contra de los intereses de Fernando y, en compensación, nombra Reyes Católicos a los monarcas de Castilla y Aragón.