La Unión Europea arranca 2016 levantando nuevas fronteras interiores. Suecia impone el control de pasaportes a quienes entran en su territorio desde Dinamarca y Dinamarca hace lo mismo en su paso con Alemania. El objetivo, según sus gobiernos, es frenar el flujo de refugiados imparable a pesar del invierno. Como un efecto dominó, son ya más de media docena los países que han suspendido Schengen y ponen trabas a la libre circulación de personas. El año nuevo empieza como terminó el viejo, con un golpe, hay que ver todavía si mortal o no, a lo que durante las dos últimas décadas ha sido lo normal para la mayoría de los europeos: poder pasar de un país a otro sin enseñar el pasaporte o el carnet de identidad. Ahora, ese logro histórico está en entredicho, en parte por la crisis de refugiados a la que los europeos siguen sin dar respuesta, y en parte, por la amenaza del yihadismo.  Refugiados e inmigración por un lado, terrorismo yihadista por el otro. Esos son los dos grandes desafíos a