Estamos en el desierto de Taklamakán, en el norte de China. Un paisaje de arena en constante transformación. Aquí las temperaturas oscilan entre 20 bajo cero y más de 40 grados centígrados. Y lo que es más importante, con una ausencia de lluvias casi total. Sin embargo, en medio de las dunas encontramos un álamo del Éufrates.Y no está solo. Algunos de estos árboles llevan viviendo aquí mil años. Cuentan con unas raíces extraordinariamente largas con las que obtener el agua y, lo que resulta aún más excepcional, conectar con otros árboles circundantes, de forma que, si uno encuentra agua, puede compartirla con los demás. En todos los desiertos del planeta, las plantas han encontrado la forma no solo de sobrevivir, sino también de prosperar.