Los espeleólogos acostumbran a definir su actividad como una pasión. Debe serlo, ya que adentrarse en el interior de una cueva y bajar cientos de metros con poca iluminación y sin saber qué peligros acechan en la ignota cavidad sólo se entiende desde esa arrebatada afición a lo inexplorado. Sin duda, la espeleología es una actividad de riesgo.