En el mundo de la historia del arte hay mucha más ciencia de la que se puede imaginar. Igual que los paleontólogos analizan fósiles para entender cómo vivían los dinosaurios, los historiadores del arte estudian los cuadros y las esculturas que nos llegan del pasado para descubrir los secretos de sus autores y desvelar historias olvidadas.
Visitamos los laboratorios científicos escondidos en el Museo Nacional del Prado, donde se utilizan las tecnologías más punteras para restaurar y estudiar las antiguas obras de arte. Radiografías, reflectografías, microscopía electrónica, análisis químicas, láser… Gracias a estas técnicas podemos entender el proceso creativo detrás de una obra como si entráramos en la mente de su autor, o también obtener indicios sobre un autor desconocido. Por ejemplo, los investigadores del Prado descubrieron que la copia de la Gioconda expuesta en el museo fue realizada por un misterioso alumno de Leonardo da Vinci que la pintó al mismo tiempo que su maestro.