Entre la desembocadura del río Guadalquivir y el Océano Atlántico, la playa del Parque Nacional de Doñana, constituye cada día un pedazo más de este sorprendente paisaje de dunas en movimiento, de monte blanco y monte negro y de la marisma que parece infinita. Con sus casi 55.000 hectáreas, encierra una serie de ecosistemas que acogen en invierno y en verano a miles y miles de aves que vienen del norte de Europa o de África. Además, se encuentran especies en peligro de extinción como el lince ibérico o el águila imperial. Es un territorio fascinante en el que, a lo largo de miles de años, la arena sigue siendo la protagonista, dando al parque una personalidad única.