No hacen ofertas ni descuentos y cada vez venden más. Lejos de caer, el negocio del lujo sigue en auge a pesar de los malos tiempos. Hay quien lo deja todo para montar una empresa de cocina a domicilio y hacer sushi a la carta en grandes mansiones. Hay quien compra los yates que otros no pueden pagar, para alquilarlos por días o quien saca de su armario vestidos de seis mil euros para alquilarlos por horas. El cliente exclusivo se ha convertido en una posibilidad de negocio. ¿Quiénes se pueden permitir, hoy, todo lo que está vetado para el bolsillo corriente?