Duermen en nuestra cama, se hospedan en nuestras casas, dan de comer a nuestros hijos, ordenan nuestro armario o nos dicen lo que tenemos que comer. Por necesidad o para ahorrar metemos en casa a extraños que realizan las tareas que antes hacíamos nosotros mismos. Nuestra intimidad se ha convertido en una oportunidad de negocio para muchos.