Marisquean con el agua al cuello, llegan hasta donde el mar les permite respirar. Se lanzan a bucear en gélidas aguas, faenan en pequeños barcos, atrapan moluscos a mano, pescan a pie en la orilla intentando no ser engullidos por el barro. Navajas, berberechos, anguilas, algas, carpas, siluros... Todo lo que recogen se vende y hay lista de espera para conseguir una licencia. España tiene cerca de ocho mil kilómetros de costa y, bajo el agua, una mina de la que se habla poco.