La ansiedad, el estrés y el aburrimiento nos llevan a comer sin hambre, es el hambre emocional que nos puede empujar a picotear más de la cuenta. Además, nos arroja a hacer peores elecciones alimentarias, optando normalmente por alimentos ricos en grasas, sal y azúcares de alto contenido calórico como son la bollería, dulces, snacks y un sin fin de alimentos ultra procesados que tenemos a nuestro alcance.