Cuarenta años acaba de cumplir el centro. Quienes pasaron por aquí hace décadas y traen ahora a hijos o nietos, aseguran que no ha cambiado nada. Simplemente, se ha hecho viejo. Damos fé del frío que hace dentro, de su deterioro. Hemos entrado sin ningún problema, como cualquiera puede hacer desde la calle, porque no hay conserje. Y en el interior, aparcamiento libre.