El armisticio del 11 de noviembre de 1918 da fin a los combates de la Primera Guerra Mundial. Mientras los líderes de los países victoriosos diseñan un nuevo orden mundial con la firma de la paz en el Tratado de Versalles, sobre un mapa en el que los Imperios europeos y otomano han desaparecido, las sociedades tratan de recuperarse de tanta muerte y devastación. Si en Europa central, especialmente en Alemania, Rusia y Hungría estallan guerras civiles de signo populista que pretenden derrocar a las frágiles democracias, en Estados Unidos se aboga por el aislacionismo, pese a los esfuerzos del presidente Wilson por consolidar una Sociedad de las Naciones. En pocos años, de las heridas no cerradas, brotan odios, miedos y resentimientos que dan origen a nacionalismos y formas de gobierno totalitarias, que van a gestar un nuevo Apocalipsis.