Javier Aguilar tiene un grado de ceguera que solo le permite distinguir entre luz y oscuridad, después de participar en los juegos paralímpicos de Sidney en la disciplina de natación, decide abandonar ese deporte y dedicarse a subir montañas. Las primeras ascensiones las realiza en compañía de amigos por las proximidades de Lorca, su lugar de nacimiento.
Tras varios años de dedicación empezó a sentir la necesidad de ir un poco más allá y se planteó iniciarse en la escalada, cosa que hizo de la mano de su amigo Damián. Poco a poco se dio cuenta de que esa actividad le atraía lo suficiente como para dedicarse a ella plenamente.
Hoy Javier es uno de nuestros mejores representantes en las competiciones de paraescalada que se celebran tanto a nivel nacional como internacional.