Pese a ser adolescentes, Japar y Abdullah ya saben lo que es combatir en una guerra. Lo hicieron al lado de un grupo armado aliado del Estado Islámico en el sur de Filipinas. No fue su elección: fueron vendidos por sus familiares al grupo terrorista Abu Sayyaf. Los yihadistas buscan a jóvenes y los reclutan pagando a sus empobrecidas familias menos de 500 dólares por cabeza. Ahora, tras la guerra, tienen que aprender a ser niños de nuevo y temen haber perdido esa oportunidad para siempre.