Al margen del estereotipo del gaucho, la Argentina rural encierra lo más genuino del país, donde hombres a caballo siguen reduciendo la naturaleza a su voluntad, el asado es una institución y la danza tradicional del malambo una forma de vida. Pero sus habitantes pagan un precio por hallarse tan lejos de la cosmopolita capital: el de la relegación y la precariedad de sus modos de subsistencia. Entre la tradición nativa y el acecho de la modernidad, otra Argentina lucha por conservar sus raíces.