Si hasta el tango ―lo más propiamente argentino que imaginarse pueda― es una música mestiza, en nada se exagerará si afirmamos que el carácter de Argentina se ha forjado con la aportación cultural y vital de millones de inmigrantes y de sus descendientes. Ya huyendo de la guerra o la pobreza, ya atraídos por una pasión inexplicable, los inmigrantes concilian sin conflictos sus raíces con la personalidad del país que les dio cobijo.