Desde pequeños nos han enseñado a respetar a los médicos, a confiarles sin reservas nuestra salud física y mental. Pero cuando contra los supuestos trastornos nerviosos de un niño deciden levantar un dique de fármacos, tal vez convenga desconfiar: son tratamientos dirigidos a calmar la conciencia de los padres… y procurar beneficios a las farmacéuticas a costa de arruinar la vida de un ser humano sustituyendo un infierno del que puede salirse por otro aún peor y sellado por la adicción.