Tal vez los forasteros puedan entrar en las favelas de Río de Janeiro, pero que salgan de ellas de una pieza es más que dudoso. Conviene no engañarse: son zonas de guerra. Así de simple. A un lado, la Policía, acusada con frecuencia de abusos y violencia; al otro, las bandas, de las que nada bueno cabe esperar. Y en medio, una población de miles y miles de personas atrapadas en un fuego cruzado que regularmente se cobra su peaje de vidas. ¿Su sueño? Abandonar la favela. ¿Acaso puede haber otro?