El ictus se origina por la interrupción brusca del flujo sanguíneo en una zona del parénquima cerebral que altera de forma transitoria o permanente la función de ese territorio. La incidencia en España es de 167 casos por 100.000 habitantes por año. Se trata de la segunda causa de mortalidad global y la primera en las mujeres, así como la primera causa de discapacidad y dependencia en el adulto. El diagnóstico inicial del ictus se basa en la evaluación clínica de los síntomas y signos del paciente, con el apoyo de las pruebas de neuroimagen.