Naz no puede imaginar una vida sin Mete y él tampoco puede avanzar sin pensar en Incila, así que ambos se deben una conversación. Pero la visita a la casa de su prometida guarda una inesperada sorpresa para el heredero. Su joven amada no es más que la criada de Naz y descubrirlo trastoca por completo su mundo haciéndole sentir un tonto.