Incila no es capaz de anteponer su cabeza a su corazón y aunque las palabras de Mete la seducen sabe que nada entre ellos puede ser posible. Aún así, acepta jugársela una vez más. Los caprichos de Naz ya han cansado a Filiz. Sus chiquillerías están poniendo en peligro el futuro de la familia y es que su mala gestión de los negocios les tiene ahogados.