Gonzalo despierta y se encuentra atado de pies y manos, amordazado y sin escapatoria. Paola, llena de ira y resentimiento, le lanza una advertencia contundente: pagará caro por haberla traicionado, especialmente después de que ella sacrificara todo por él. Con frialdad, le dispara en la pierna y, a pesar de sus súplicas, se niega a llevarlo al hospital.