Brasil atraviesa una era de alta tensión cuyo punto de partida podríamos fijar en 2014 en el momento que Dilma Rousseff ganó la elección para su segundo mandato. Desde entonces y hasta el reciente triunfo de Lula da Silva la institucionalidad del país ha evidenciado un deterioro significativo y la insurgencia de una fuerza de ultraderecha que amenaza la convivencia democrática.
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