Se lo han alternado liberales y conservadores. Ambos partidos son dos caras de una misma moneda. Las élites, conformadas por unas cuantas familias, gobiernan desde los albores del siglo XIX. Y, lo mismo que han dominado la economía, han ejercido un férreo control político. Las alternativas de izquierda tuvieron pocas posibilidades reales de triunfo, y Colombia ha sido vista como un país de derecha. Después de 118 presidentes adscritos a una línea ideológica similar, por no decir idéntica, arriba a la Casa de Nariño un mandatario progresista. El hecho representa un cambio rotundo, que despierta, de una parte, grandes temores, y, de otra, una enorme esperanza. rtk/rba