La profecía, es decir, la necesidad de ser humano de un mensajero de Dios para guiarlo y prosperar en el mundo, antes y después de la muerte, es uno de los puntos que comparten todas las religiones divinas. Según las creencias cristianas, la necesidad de un profeta se concibe de varias formas. De acuerdo con las enseñanzas, para que el ser humano pueda comunicarse con Dios, es necesario un elemento mediador, que es el propio profeta.
En esta religión, debido a que se hace un enorme énfasis en la santidad de Dios, no es posible que el ser humano alcance tal nivel de santidad que pueda comunicarse con Dios directamente y sin intermediarios.
Por tanto, una de las funciones de la elección divina de un profeta, como Jesús, es hacer posible esta conexión. En otras palabras, debido a que el ser humano es inherentemente pecador, Jesús, como fuente de expiación del pecado del ser humano, hace posible que las personas alcancen la santidad de Dios.
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