Apenas 7 meses después del triunfo de la Revolución Islámica, los jóvenes revolucionarios tuvieron que ponerse los uniformes militares y las botas para defenderse ante una agresión que venía de parte de la vecina occidental, Irak. Para el dictador iraquí, la Revolución de Irán, un pueblo de mayoría chií representaba un peligro. Pues él, también, estaba al frente de un país, de mayoría chií, que desde hace años, rechazaban su conducta autoritaria.
La Revolución Islámica de Irán podría ser una inspiración para los iraquíes, y por ello, Saddam decidió acabar con ella. El 22 de septiembre de 1980, y con el pretexto de reclamos fronterizos, atacó las ciudades iraníes con el declarado objetivo de llegar a Teherán en tres días.
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