6 de septiembre de 1980. Una calurosa tarde de verano en una finca de Torrejoncillo, los guardeses escuchan un tremendo ruido y cuando salen de la casa, no podían creer lo que veían. Un enorme cono de fuego arrasaba animales y plantas a su paso. Un camino de destrucción que se prolongó durante 1 kilómetro en una trayectoria perfecta de línea recta y que evitó dañar a ninguna persona.