Cuenta la leyenda que la hija del noble kaid que gobernaba el castillo de Monfragüe, se enamoró de un guerrero cristiano que asediaba su morada y la utilizó para descubrir un pasadizo que les permitiría la conquista de la fortaleza. El padre de la joven, conocedor de su traición, la maldijo condenándola a vagar en el lugar para siempre. Desde entonces, no son pocos los que aseguran haber visto a la joven, desoncosolada, y cuyas lágrimas se vierten hasta unirse al río Tajo