Esta cueva la descubrió un burro hacia 1967. El burro se hundió mientras su dueño araba el campo. Durante mucho tiempo los vecinos no se acercaban a la zona creyendo que era el cráter de un volcán. En 1997 esta cueva, una joya cárstica, fue declarada Monumento Natural en 1997.
Se encuentra a 30 metros de profundidad y en ella destacan las diferentes cristalizaciones del aragonito, sobre arcilla y pizarra creando formas excéntricas muy curiosas similares a flores o guirnaldas, y la calcita.