La ciencia del palomero está en saber mover cimbeles con la cadencia y frecuencia  oportunas para atraer a la paloma lejana que, al ver un aleteo, se sienta atraída por el mismo y entre confiada. Y cuando vienen, con la natural desconfianza, ven el suave aleteo de la paloma de la horgadera, y entonces ya entran “a huevo”, “hasta la cocina”, y el tiro es a placer. Los “ciegos” son simplemente palomas con una caperuza puesta que, cuando la torcaz libre empieza a acercarse, el cazador lanza desde el interior del puesto al aire, dan un vuelo corto y se posan en el suelo, suficiente para ser vistos por la torcaz y entrar ésta más confiada.