La caza es uno de los pocos reductos donde todavía se mide el perro por su capacidad de rendir un beneficio material o práctico. Un ejemplo evidente de ello son los perros de sangre y su empleo en la caza mayor. Cuando buscamos los aspectos que caracterizan el comportamiento de un perro que enfrentado a un rastro de sangre lo sigue hasta la localización de la res herida, vemos que éstos expresan con claridad los tres factores que determinan la inteligencia animal: adaptabilidad, capacidad de aprendizaje y procesamiento de la información. El rastreo de sangre es el resultado tanto de una selección como de un aprendizaje de la especie.